martes, 15 de junio de 2010

ARTISTAS Y OTRAS FRAGILIDADES

¡Dios santo¡ Me está rondando por la cabeza la fragilidad del artista: del que se autodenomina artista o, encubierto de distintos motes, pertenece al mundo de las artes. Es tan visual su leve argumentación que no merece la pena hacer un tratado sobre su personaje ¡Que vaya con Dios o con los dioses si se gusta denominar agnóstico o ateo! 
Tengo que reconocer que les amo, porque rechazo su discurso lleno de palabras concretas de datos compuestos por siglos de artisteo.
El rechazo es amor (esa lección ya me la aprendí)
Trazo, como en otras ocasiones, la quebradiza linea que me separa de la admiración al cinismo, del amor al odio.
Recuerdo, querido amigo, que en una clase de literatura (era una persona adulta entonces y me apunte en ese acto de que en grupo nos obligamos a escribir o hacer algo que deseamos por el castigo o beneplacito de los otros) esgrimí que todos somos creativos si nos lo permiten y nos lo permitimos. La profesora, reencarnación de un hamster, montó en colera y me grito. Me grito por dos razones universales: nuestro desentendimiento desde el principio y porque le desmonte su teoría de los privilegiados.
Yo no logro comprender porque unos son priveligiados en el arte y otros no. Democracia e idiotez me llaman a proclamar la creación desde el primer parpadeo como bien del pueblo, populacho y aristocracia. El arte es la diversión del creativo testado por unos cuantos que tuvieron la potestad de tener la suerte suficiente para estar mirando lo que otros hacen y juzgar con más o menos condescendencia.
La verdad, querido amigo, que reinvico el que cada cúal se haga poemas con su plato de macarrones con chorizo. Es tan sano.
Juzgame, querido amigo. Eres imaginario y eso me da la ventaja de declamar a Moliere en el cuarto de baño y recrear que con el jabón haces pompas en honor a mi dicción incorrecta.
Me siento tan féliz cuando canto, cuando escribo, cuando actuo, cuando dibujo, cuando bailo. Soy un artista en mi cuarto de estar y me quiero hermandar con Almodovar, Baudelaire y Picasso.
Eran tan frágiles como yo pero tuvieron suerte. No pasa nada. Me alegro por ellos. Ahora cantaré "La Traviata" mientras cocino una tortilla de patatas (¡Coño! He dado fin con un poema)

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